Pero con el orgullo no se vive, y a duras penas se sobrevive. Sobra decir que ni con el orgullo, ni con la historia se ganan partidos, por mucho que a Roberto Carlos no le importe afirmar lo contrario. A partir de ahí para arreglar crisis, errores (fin del ciclo Pérez) hay que buscar soluciones que puedan, cuanto menos, mejorar la situación (elecciones del verano con la victoria de Calderón)
Pero para liberar peso, limpiar suciedades, hay que eliminar todo aquello que sobra desde un principio. Si no se hace así, se corre el riesgo de que se vuelva al problema inicial alguna ocasión, incluso en más de una ocasión. Como de hecho así ha ocurrido. Llegó Fabio Capello para imponer mano dura, imponer su estilo y para ello trajo a dos jugadores de confianza como Cannavaro y Emerson más lo que le dieron: Reyes, Diarra y Van Nistelrooy. Algo de frescura en la plantilla pero que en la misma mantenía a aquella suciedad que se sabía que sobraba (Míchel Salgado, Helguera, Ronaldo y Roberto Carlos) por el acomodamiento que lastraban desde hace tiempo y que no ayudaba en nada al cambio necesario.
Con ello se decide iniciar la temporada, a ver cómo sale la cosa. A fecha de hoy la cosa no sale mal en cuanto a resultados, tampoco espectacularmente bien. Pero la afición del Real Madrid quiere algo más que resultados. Sobre todo quiere a unos jugadores comprometidos con el club y que aunque pierdan, pierdan con dignidad y que no se caiga derrotado como en Getafe, en el Bernabeu contra el Recre o en Riazor. Partidos que marcaron un impás en el conjunto blanco y que sirvió para replantearse la temporada y el futuro del club.
Entre otras cosas se plantea la posibilidad de hacer nuevas incorporaciones, a ser posibles con proyección para el futuro. Es decir, nada que ver con los fichajes que se hicieron en verano, todos hasta ahora fracasos absolutos como Emerson o, por mucho Balón de Oro y FIFA World Player, el de Cannavaro. Para el futuro se ficha al sucesor de Roberto Carlos: Marcelo, lateral izquierdo brasileño que procede del Fluminense. El coste del jugador asciende a 6 millones de euros. Y se fichan dos 'perlas' argentinas. Gonzalo Higuaín, delantero argentino con una mínima experiencia de 19 partidos en la máxima competición argentina y Fernando Gago, medio centro clásico argentino, jugador de toque y ataque. Entre los dos costaron unos 33 millones de euros.
La derrota en Riazor, vergonzosa, frustrante... obtuvo consecuencias graves y drásticas. Apartar del equipo a los pesos pesados, que sobran por cualidades futbolísticas y por falta de compromiso, es decir: Ronaldo, Cassano, Míchel Salgado y la "sorpresa marcha" de Beckham. Todo ello con el objetivo de dar entrada y plena confianza a los nuevos para que empiece "algo nuevo".
El comienzo no es malo. En el Bernabeu, contra el Zaragoza, buen debut de Gago e Higuaín y aparente victoria reconciliadora con la afición. Al margen de la peineta de Capello parecía que podía volver la tranquilidad a la Casa Blanca. Pero se llega al momento y al motivo por el que estoy escribiendo esto: la conferencia del presidente Calderón ante unos universitarios y las frases para la posterioridad que allí se oyeron y que trascendieron a la opinión pública.
Un presidente de un club como el Real Madrid, club de multitudes, donde todo lo que se diga será valorado, no puede cometer el error de pecar de excesiva sinceridad, por más que él crea que

Todo lo que dijo, insisto, es cierto, innegable, pero sí reprochable. Por más que Ramón Calderón horas después pidiese perdón a aficionados y plantilla por lo dicho, incluso en ciertos comentarios cambiando la versión de lo que dijo, un presidente como él, que ni siquiera tiene el puesto seguro (el dia 29 de enero la juez ha de dictaminar si se hace el recuento de votos por correo) no puede cometer tal atropelía. No puede ser el máximo responsable de la entidad quien produzca día sí y día también las mayores irresponsabilidades, totalmente evitables si no hablara tanto. Ahora la respuesta de los jugadores habrá que esperar hasta el viernes para escucharla. Seguro que será más comedida que la de su presidente.